Pocas veces se ha dicho que el perro como el caballo, el arcabuz y la
ballesta fueron las principales armas que usaron los Europeos, no sólo
para someter sino para aniquilar a los indígenas. No se crea sin
embargo, que el perro de guerra fue una invención hispana. Era empleado
en la antigüedad por griegos, romanos y bárbaros, como un verdadero
combatiente, pero fue en América donde participó en las luchas entre
europeos y naturales, con mayor fuerza que en el Viejo Continente.
Penetrando ahora en la médula del asunto, vamos a demostrar hasta que
punto el perro, animal ignorado en América, se constituyó en el arma
secreta del Siglo XVI.
El primero que apeló a la bravura de los
perros de presa para esclavizar a los hombres primitivos del Nuevo Mundo
fue el mismísimo Cristóbal Colón, quien en su segundo viaje trajo a
tierras americanas una jauría de perros alanos. Unos grabados de la
portada de “Historia de los Castellanos en las Islas de Tierra Firme y
del Mar Océano” de Antonio Herrera, así lo documenta.
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